Muchos son los pacientes que llegan a mi consulta debido a baja autoestima e inseguridad. También son muchos los motivos que pueden ocasionarlo, pero, de lo que estoy segura, es de que las redes sociales son uno de los principales motivos. Y no porque las redes sociales sean nocivas por sí mismas. ¡No! En absoluto. Las redes sociales, como otros muchos de los avances de las nuevas tecnologías, son geniales.
Gracias a las nuevas tecnologías hemos podido, por ejemplo, estar conectados durante la pandemia, algunas empresas han podido seguir activas o muchos alumnos han podido “asistir” a clase. Y gracias a las redes sociales, nos informamos, nos comunicamos, aprendemos, nos publicitamos… Y, actualmente, gracias a las redes sociales, los “pequeños” tenemos más posibilidades y oportunidades de salir del anonimato, lo cual resultaba bastante más difícil cuando, por ejemplo, solo existían las carísimas campañas publicitarias de radio y televisión.
No obstante, tenemos la otra cara de la moneda que comentaba al principio y que afecta, principalmente, a los adolescentes y preadolescentes, porque cada vez se utilizan a edades más tempranas, a edades incluso inferiores a los doce años.
Las redes sociales, en la mayoría de ocasiones, no solo en cuestiones publicitarias, muestran nuestra mejor faceta, se cuelga la foto que mejor hemos quedado, en el momento más feliz, en la actividad más divertida y, por si fuera poco, se les aplica filtros, trucos, efectos…
Todo esto está muy bien, pero lo que no está tan bien es cuando ese público y usuari@s, cada vez más jóvenes , confunden la realidad con las redes sociales, se comparan, idolatran e imitan hasta niveles peligrosamente insospechados. Cuando es@s jóvenes constatan, sin saber ver ni conocer la realidad que existe tras esas fotos, que no son como ell@s, su autoestima baja y se sienten insegur@s, frustrad@s, fracasad@s e infelices. Parece como si su futuro no fuera otro que formarse a imagen y semejanza de sus perfect@s ídolos.
Conclusión: las redes sociales son geniales, pero no siempre se hace buen uso de ellas.
Mertxe Fernández